Luego de tres años de
comandar a las fuerzas –años en los que las convirtió en actores sociales e
incrementó el poderío beligerante- en 2002 enfrentó un golpe de Estado, donde
el Alto Mando militar exigió su renuncia.
Esos tiempos de
incertidumbre, recuerda La Verdad, abrieron paso a la modificación de las leyes
de la Fuerza Armada Nacional, que permitieron la germinación de la Reserva
-considerada por sus opositores como una tropa miliciana a su servicio- y que
apodaron a sus componentes como "bolivarianos" para reivindicar su
vocación ideológica.
Desde allí, las Fuerzas
Armadas comprometieron públicamente, una y otra vez, su apoyo a la
"revolución" y el Gobierno retribuyó ese apoyo –y lo garantizó- con
millonarias compras de armamento y el impulso de la industria bélica nacional.
Esas mismas fuerzas, que
Chávez definió como "chavistas, bolivarianas y revolucionarias",
dijeron al mundo, minutos después de que se conociera la noticia de la muerte
del mandatario, que serían "garantes de la Constitución, las leyes y el
reglamento de Venezuela".
El vicepresidente Nicolás
Maduro, además, les encargó garantizar la paz y el orden en el país para que
cientos de miles de venezolanos puedan despedir a su gobernante sin incidentes
y en una clara advertencia a la oposición. "Estamos preparados para actuar
coordinadamente política y militarmente", afirmó.
Muchos especulan con las
implicancias a largo plazo que tiene el despliegue de los militares en un
escenario de elecciones presidenciales a las que el chavismo acudirá sin su líder.
Las suspicacias van desde
algún tipo de represión a la oposición hasta una disputa interna en el PSUV,
donde los militares apoyarían al presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado
Cabello, olvidando el pedido del fallecido mandatario de encolumnarse tras
Maduro.
La mayoría de los
gobernadores chavistas son militares. En las elecciones regionales, 11 de los
20 estados del país quedaron en manos de compañeros de armas de Chávez.
Por eso el ámbito castrense
ya tiene un rol, y clave, en el proceso que se desarrollará cuando finalmente
se llame a comicios: el de asegurar la movilización de cientos electores en
unos comicios donde la participación ciudadana podría mermar ante la ausencia
del máximo referente del partido.
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